Monday, July 31, 2006

Infarto (Para una Reina de Corazones)

Ella vagaba a través de alucinados jardines de algodón
amando la muerte en cada respiro
con ojos fatales y labios fugaces como alegrías
una Reina de Corazones
hasta que él apareció,
un ángel de dolor,
y él también conocía, el ácre olor de la soledad.
Frágil Rey encerrado tras su muralla,
inmune a los encantos de la mortandad en su piel.
La vió tan sóla, que creyó verse a sí mismo.
Lo vió tan sólo, que creyó verse a sí misma.
Él estaba tan lejos de todo, que era tortuoso intentar decir si era real o no.
Saboteó sus jardínes, y la despojó de su algodón,
con promesas de eutanasia endulzó sus ruinas
y en su éxtasis, ella solo fue capaz de decir:
"mátame, sería tan lindo..."
Con labios severos y mirando sus ojos perdidos, él contestó:
"si te matara, créeme, no te gustaría"

Ella suplicaba respuestas,
que huían de ella como huye la cordura del entendimiento,
lo vió transfigurarse en un superhombre, en amor y en muerte,
por primera vez, sagrado y profano se hicieron una sóla cosa en su humedad,
y en extasis religioso de sangre y lágrimas fue devorada por la pasión.

Pero, dios si existía, y esto era una tragedia
pues el pasado lo había despojado de lo único que podía ofrecerle
porque, en el fondo de su fortaleza, él se había enamorado de su soledad.

Sólo de una manera podía él darle el paraíso de la eutanasia amorosa,
y hacerla tan libre como el podía hacerla,
mezclando misericordia y crueldad, regalándole su propia soledad,
marcando su vida para siempre, con la daga del abandono.

Y su Rey la dejó sola,
más sola de lo que nunca hubiera podido estar,
porque habiendo encontrado lo único que su ser podía amar en esta vida,
él la condenaba a nunca tenerlo,
y a vivir cada instante en los jardines de desolación que rodeaban su fortaleza.

Aún a veces, él la observa a lo lejos desde su ventana,
un fastama desolado embelleciendo sus jardines de esperanzas abandonadas,
inclinada con ojos atónitos ante lo que yace en el suelo:
su corazón, infartado
Obsequio de un Rey a una Reina de Corazones.

Él sonríe con melancolía y desaparece tras las cortinas,
justo cuando ella levanta su mirada a las ventanas y ve que,
como siempre, él no está ahí.


Lucy Phermann.

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